En el punto más bajo de Estados Unidos Racetrack Playa, un lago desecado en el Valle de la Muerte (California) ocurre un fenómeno muy singular, piedras de diferentes tamaños se mueven solas sobre la superficie del lago. Las piedras dejan largos rastros de su movimiento, huellas que incluso se cruzan unas con otras, formando una complicada trama en el terreno.
Los primeros estudios sobre este suceso se dieron allá por la década de los años cincuenta, aunque ya existen observaciones documentadas desde el año 1915. Algunas de estas piedras pesan desde 200 gramos hasta 300 kilos, y se deslizan a su antojo por la superficie, las rocas cambian de dirección e incluso, repentinamente, deciden ir marcha atrás. Lo que hace que la pregunta ¿cómo lo hacen? Sea muy interesante.
La verdad es que nadie lo sabe con exactitud, desde los años 50, diversas teorías han tratado de explicarlo, pero la razón de que siga siendo un misterio, ¡es que nadie ha visto cómo se mueven!
La acción humana está descartada, puesto que está prohibido entrar en el lago en esas épocas porque las huellas producidas sobre la superficie pueden permanecer allí durante años, rompiendo de ese modo la naturaleza del lugar. Y esas huellas delatarían el movimiento humano alrededor de las rocas. Este es uno de los lugares más secos de Norteamérica y que las escasas lluvias tan solo caen en los meses de invierno, pero cuando esto sucede, gran parte de la superficie del lago se llena con una fina capa de agua de apenas unos centímetros.
Movimientos sísmicos. Esta fue una de las primeras teorías, aunque pasados los años, la tecnología ha demostrado que las piedras se siguen moviendo sin ningún registro sismológico.
La teoría que más apoyo tiene es la de láminas de hielo formadas por el agua que surge periódicamente a la superficie puede provocar el deslizamiento de las rocas. Al helarse la capa de agua, los fuertes vientos movían las rocas de lugar.
Según publica la edición online de la revista National Geographic, donde se muestran numerosas fotos de la investigación, los investigadores llegaron a esta conclusión tras colocar diminutos sensores bajo el suelo para controlar los flujos de agua. El equipo descubrió que los sensores registraron temperaturas de congelación del agua en marzo, lo que crearía las condiciones adecuadas para que el hielo se formara alrededor de las piedras.
Estudios posteriores han demostrado que no existen vientos tan fuertes en la tierra para poder mover piedras de ese tamaño. Otros estudios marcaron grupos de piedras dentro de círculos y pasado un tiempo, algunas piedras de esos círculos se habían deslizado y otras no, y curiosamente, algunas lo habían hecho en direcciones opuestas, de modo, que la teoría del hielo queda en entre dicho.
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