Los bosques desde México hasta Canadá, sobretodo del Oeste de Estados Unidos están sufriendo una de las mayores masacres de árboles de la historia de este país. Hasta el momento ya van arrasados una quinta parte de los bosques, lo más preocupante de todo esto es que no es por culpa “directa” del hombre. El culpable es un pequeño insecto que destroza la corteza de los árboles.
El asesino es nada más y nada menos que el escarabajo descortezador (bark beetle, en inglés) que mide más o menos lo que un grano de arroz. Los científicos atribuyen este fenómeno al cambio climático, así que, finalmente, quizá sí tengamos que echar la culpa a la raza humana.
El habitual color verde de las laderas montañosas que discurren desde Nuevo México, en Estados Unidos, hasta Alberta, en Canadá, tras el paso de esta plaga, desprenden un color entre rojizo y marrón. Dos de los más importantes parques nacionales naturales estadounidenses peligran: el de Yellowstone y el de las Montañas Rocosas.
El escarabajo descortezador, "no es ni un visitante nuevo ni tan siquiera una especie invasora en el Oeste americano, ha estado siempre presente en sus ecosistemas pero la sequía que hemos experimentado en la última década y la subida de las temperaturas, han provocado una expansión sin precedentes, que se ha convertido en plaga, señala Peter Kolb, entomólogo y profesor de Gestión Forestal de la Universidad de Montana.
Su 'modus operandi' continua siendo el mismo: busca un pino robusto, de entre 80 y 100 años y de unos 17 centímetros de diámetro, se instala en él y, cual vampiro, empieza a chuparle los nutrientes y a desplegar larvas en su corteza, que, tras un periodo de hibernación durante los meses de frío, emergen en primavera y se suman al 'banquete' para seguir absorbiendo la 'sangre' a un árbol, cada vez más debilitado.
Por lo general, cuenta Kolb, tardan dos años en rodear un pino y acabar con él. Mientras que para crezca otro de la envergadura del que matan, han de pasar más de 70 años.
Y si han estado siempre... ¿Por qué hasta ahora no habían ganado la batalla? "Las temperaturas de más de 20 grados bajo cero que solían alcanzarse en estos bosques en los meses de invierno destruía cada año a la mayoría de los escarabajos descortezadores, pero estas temperaturas no se han vuelto a dar en las dos últimas décadas, apunta el entomólogo.
Ese hecho unido a que los pinos están más débiles por la escasez de lluvia -efectos ambos que los científicos atribuyen a las consecuencias del cambio climático-, ha creado el caldo de cultivo perfecto para que el escarabajo "asesino" se haga el dueño del lugar.
Por eso, Kolb relata que el único respiro que ha tenido la epidemia en los últimos cinco años ocurrió en el verano de 2009, cuando murieron menos pinos de lo habitual debido a que el frío llegó a Montana antes de lo previsto en 2008, donde en el mes de octubre se alcanzaron temperaturas bajo cero.
Como los pinos no hablan... ¿Cómo podemos saber que están siendo atacados por un escarabajo asesino? Kolb subraya que la clave está en el color. El primer síntoma es que las hojas pasan de verdes a amarillas y de amarillas, cuando el árbol está ya en fase crítica, a rojas y marrones.
A modo de defensa, la corteza despliega también grumos de resina, hasta el punto de que un árbol enfermo se asemeja a una vela derritiéndose.
Para ayudar a las víctimas en su lucha contra los 'asesinos', los guardabosques rocían los pinos de un pulverizador que contiene feromonas del propio escarabajo para engañarlo haciéndole pensar que ese pino "ya está pillado" por otros. Su efectividad depende de que el árbol no esté todavía demasiado 'ocupado'.
No obstante, y a pesar de las intensas labores de monitoreo, detección, evaluación y control directo de los agentes forestales, el escarabajo 'asesino', apoyado por los efectos del cambio climático, va ganando la batalla. De las casi 400.000 hectáreas de bosques de Helena, donde nos encontramos, han acabado con ejemplares en 250.000 hectáreas. En algunas zonas, la mortalidad ha sido del 95%, según Harp.
Las consecuencias de la epidemia de escarabajos son múltiples y "dramáticas", asegura Peter Kolb. Los pinos que mueren y los terrenos que ocupaban se convierten en tentador pasto para los incendios, en suelo que se erosiona y en una seria amenaza para el turismo por los problemas que ocasiona la caída de árboles de ese volumen y altura en carreteras, campings, senderos, zonas de recreo o tendidos eléctricos.
Los científicos coinciden, sin embargo, en que las mayores consecuencias a largo plazo tienen que ver con el aumento de emisiones de gases de efecto invernadero. Y es que los árboles saludables que absorbían el CO2 de la atmósfera, no sólo dejan de ser, tras su muerte, "sumideros de carbono" sino que se convierten en potentes emisores durante sus procesos de putrefacción.
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